Instituciones españolas de la frontera: la misión

Institución de la frontera en el Nuevo Mundo, probablemente la más admirable, que supuso un inmenso esfuerzo humanitario, de los mayores registrados por la historia universal, para la mejora individual y social y el desarrollo espiritual de unos pueblos atrasados y no cristianos.

    La misión constituía un puesto avanzado de la presencia española que servía a la Iglesia y al Estado a la vez; a la Iglesia para integrar pacíficamente a las tribus indias en el cristianismo, y al Estado para integrarlas pacíficamente en la cultura española.

    Apartada la inercia de la conquista militar del Nuevo Mundo por las Ordenanzas de 1573, las posturas de humanistas, consejeros reales, religiosos y profesores universitarios, determinaron un nuevo modelo que reservaba a los misioneros el papel protagonista. Estos misioneros, jesuitas, franciscanos, ambos en el Oeste, y dominicos, se adentraban en los territorios inexplorados del norte del virreinato de Nueva España (el sur y el suroeste de los actuales Estados Unidos de América), y fundaban una misión, un espacioso recinto dotado de iglesia y viviendas para los religiosos y los nativos que a ella se acogieran, rodeado de campos de cultivo feraces y huertos, corrales de ganado y zonas de pasto con horizontes boscosos, desde la que atraían a los nativos bien con reclamos bien por medio de los ya cristianizados.

    Los indios que acudían a instalarse en la misión recibían diferentes enseñanzas que pretendían un equilibrio beneficioso para el cuerpo y el alma: religión, agricultura y ganadería, oficios como la herrería, la carpintería y la talabartería, arte y cultura que englobaban la lengua, letras, cuentas y música; a partir de una disciplina horaria y la autoridad del misionero que distribuía los tiempos dedicados al trabajo, el aprendizaje, el descanso y el esparcimiento.

    La misión estaba protegida de incursiones y ataques por un presidio cercano. El Estado, además, concedía la denominada ayuda de costa para el servicio de la misión junto a un estipendio, llamado sínodo, para el mantenimiento de los misioneros que eran seleccionados por las órdenes encargadas de las misiones, anteriormente citadas. Antes de incorporarse a su destino, los misioneros eran adiestrados en colegios de México especializados a tal efecto.

    El concepto integrador de la misión posibilitó simultáneamente la evangelización de los nativos, su capacitación en técnicas, artes y oficios de la cultura española, el avance de la soberanía española en tierras inexploradas y la contención presente y a futuro de las penetraciones europeas codiciando asentarse en los territorios de soberanía española.

    La previsión de la Corona era que las misiones fueran el embrión de poblados y al cabo, alrededor de una década, de pueblos autónomos. Así ocurrió: muchos de los pueblos y ciudades actuales del Suroeste de Estados Unidos tienen su origen en las misiones.

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