El alférez de los libros. Antonio de Capmany

Historiador y diputado por Cataluña en las Cortes de Cádiz durante la Guerra de la Independencia, el barcelonés Antonio de Capmany y Montpalau, nacido el año 1742, inició con el siguiente párrafo su obra Centinela contra franceses: “No es este tiempo de estarse con los brazos cruzados el que puede empuñar la lanza, ni con la lengua pegada al paladar el que puede usar el don de la palabra para instruir y alentar a sus compatriotas. Nuestra preciosísima libertad está amenazada, la patria corre peligro y pide defensores. Desde hoy todos somos soldados, los unos con la espada y los otros con la pluma”. Recogido por el también historiador y documentalista español Jesús Lainz.

Antonio de Capmany y Montpalau

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Apodado “el alférez de los libros” por su afición al estudio en su etapa militar, Antonio de Capmany posteriormente desempeñó labores de Estado con los reyes Carlos III y Carlos IV, en calidad de diplomático, gestor e historiador, nombrado por esta capacidad secretario perpetuo de la Academia de la Historia.

    Abogó por la unificación jurídica de los antiguos reinos de España, por la eliminación de los peajes interiores y por la liberalización del comercio con América que facilitaba el desarrollo de la industria nacional.

    La Revolución francesa le ocasionó una vehemente francofobia y la marea de afrancesamiento en el idioma y costumbres de España motivó que la denunciara con el mayor desprecio. En 1806 remitió varias cartas al entonces primer ministro Manuel Godoy y Álvarez de Faria, por quien sentía una indisimulada aversión y no solo hacia su política, exigiendo recuperar los valores nacionales. Debido al apoyo francés en la llamada Guerra de las Naranjas que enfrentó a España con Portugal, donde vencieron los españoles pero al alto precio de permitir el acceso y estancia del ejército francés napoleónico, Antonio de Capmany, observando el despotismo del supuesto aliado con los españoles, previó las intenciones que pronto estallarían en suelo patrio. Ante su manifiesto recelo no faltaron las voces criticándolo, a lo que él replicaba: «Vivan ustedes en paz con sus creencias mientras yo vivo con mis temores».

Vivía en Madrid Antonio de Capmany cuando el dos de mayo de mil ochocientos ocho levantó a los españoles en defensa de su Patria, cultura y sentimientos. Negándose a reconocer la autoridad invasora, marchó a pie hasta Sevilla donde la Junta Suprema le encargó la dirección de la Gaceta, diario oficial del Gobierno de España.

    Fue uno de los organizadores de las Cortes de 1812 como diputado liberal, proponiendo denominar Plaza de la Constitución a todas las plazas importantes de las ciudades españolas, lo cual se aceptó, y a lo largo de su participación legislativa expuso que la representación de cada uno de los diputados era para toda España: “Nos llamamos diputados de la Nación y no de tal o tal provincia; hay diputados por Cataluña, por Galicia, etc., mas no de Cataluña, de Galicia, etc.” Recogido por Jesús Lainz.

    A su actividad política en Las Cortes se unió el manifiesto Centinela contra franceses, una exaltación de España dirigida a los españoles, y también a los invasores y a quienes se interesaban por los sucesos que de una u otra manera afectaban a todo el mundo. Ya que su edad y estado de salud le impedían tomar las armas, reclamaba ardientemente a los españoles que lucharan por la independencia de la Patria.

    Si al principio del artículo hemos transcrito el párrafo inicial de Centinela contra franceses, ahora transcribimos el último que incide en la actitud heroica del combatiente: “Adonde quiera que os lleve la fortuna, lleváis la patria con vosotros. Cuando perecierais todos, iremos los viejos, los niños y las mujeres a enterrarnos con vosotros, y las naciones que trasladen a esta desolada región sus hogares y su servidumbre leerán atónitas: AQUÍ YACE ESPAÑA LIBRE. Y yo doy aquí fin a este escrito por no morirme antes de tiempo”. Recogido por Jesús Lainz.

    La muerte le sobrevino en 1803 a causa de la fiebre amarilla.

Artículos complementarios

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    Carácter y dignidad

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    Francisco de Vargas

La novela picaresca

Modalidad narrativa aparecida en España durante el Siglo de Oro, la novela picaresca es uno de los géneros más representativos, genuinos y populares de la literatura española.

    En contacto con las derivaciones de la novela clásica latina, cuyo ejemplo es El asno de oro, de Apuleyo, y recogiendo parte de la herencia de la facecia (relato irónico con donaire) medieval, con los ejemplos del Libro del buen amor, del Arcipreste de Hita, El corbacho, del Arcipreste de Talavera y La Celestina, de Fernando de Rojas, nace en España la novela picaresca.

    La voluntaria manifestación en un documento literario y sociológico de la vida española en la época que se narra origina y desarrolla en España la novela picaresca.

    Se considera la obra inaugural de la novela picaresca La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, publicaba en Burgos anónimamente en 1554. En ella el punto de vista del protagonista, que a su vez es el narrador en primera persona, encauza la novela y se identifica con el personaje central, el pícaro, en su azaroso periplo de marginalidad y astucia como vagabundo y servidor de amos sucesivos. No sólo inaugura El Lazarillo de Tormes el novedoso género narrativo, convertido en una de las mejores, o la mejor, novela picaresca, sino que también es la obra paradigma del género picaresco.

    La novela picaresca muestra el esquema habitual de los libros de caballería: nacimiento, crianza, aventuras y regreso, pero este viaje lo realiza de manera antagónica; la novela picaresca es la antítesis de la novela de caballería y un modo irónico y crítico de desmitificarlos. Aunque la novela picaresca no constituye un género claramente delimitado como la novela pastoril o la sentimental; las diferencias de forma y de invención son grandes.

    Hablar de un tema picaresco único es erróneo, pues difiere el propósito al escribir de Francisco de Quevedo y el de Mateo Alemán, pese a que ambos la elevan a su máxima aceptación popular. El género picaresco se asienta con Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, aparecida su primera parte en 1599, obra en que la ficción autobiográfica se convierte en el itinerario confesión, plagado de digresiones éticas, morales, filosóficas y religiosas, de un delincuente llamado Guzmanillo. Hasta su contrición y salvación final. Esta es la novela que dio nombre al género al conocerse con el título abreviado de El Pícaro.

    Pero será la Historia del buscón llamado don Pablos, publicada en Zaragoza el año 1626, aunque escrita entre 1604 y 1606 por Francisco de Quevedo, donde la estructura autobiográfica cede en importancia ante la brillantez del lenguaje.

    Consolidada como género literario desde principios del siglo XVI, en el XVII sirve con creces a autores de diferente orientación por su capacidad de aunar materiales novelísticos de variada procedencia. Así, entre otros títulos y continuadores de las obras maestras citadas, destacan: La pícara Justina, de Francisco López de Úbeda (1605); La hija de la Celestina (1612), de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo; La vida del escudero Marcos de Obregón (1618), de Vicente Espinel, autobiografía moralizante; Alonso, mozo de muchos amos (1624), de Jerónimo de Alcalá; La desordenada codicia de los bienes ajenos (1631) y Aventuras del bachiller Trapaza (1637), de Alonso de Castillo Solórzano, ingeniosas supercherías; y El siglo pitagórico (1644), de Antonio Enríquez Gómez, sátira.

    Finalizando el Siglo de Oro la novela picaresca fue decayendo como género creativo en manos de autores de segunda fila que repiten sin originalidad ni gracia las glorias pasadas. De hecho, a mediados del siglo XVII la novela picaresca derivó hacia la novela de aventuras o cuadros de costumbres.

Este género picaresco genuinamente español hizo fortuna en el extranjero, gozando de enorme fama en novelas que lo imitaron cual Gil Blas de Santillana, de Alain-René Lesage, escrita entre 1715 y 1735, y traducida por el padre Isla, o Moll Flanders, de Daniel Defoe, publicada en 1722.

Artículos complementarios

    La lengua en el Siglo de Oro

    Miguel de Cervantes

    Francisco de Quevedo

    María de Zayas

    Lo que el mundo debe a España

Una gobernación al sur de Colombia y al norte de Ecuador. Pascual de Andagoya

El Imperio en Sudamérica: Política y comercio en la expansión territorial

Descubridor y conquistador, nacido hacia 1498 en la localidad alavesa de Andagoya, Pascual de Andagoya fue gobernador de Río San Juan y fundó la ciudad y puerto de Buenaventura.

    Aún adolescente viajó en la gran armada de Pedrarias Dávila, compuesta por veintidós embarcaciones y más de dos mil hombres, que llegó al Darién, istmo de Panamá, y al puerto de Santa María la Antigua el 29 de junio de 1514. Su hermano fray Martín de Andagoya, de la orden de los Jerónimos, también estuvo en Panamá.

    Acompañó a Pedrarias en la expedición de reconocimiento del territorio, y luego, de vuelta Pedrarias a Santa María la Antigua, transfirió el mando de la tropa a su lugarteniente Gaspar de Espinosa a cuyas órdenes en 1516 se incorporó Andagoya para proseguir la campaña que recorrió Acla, Comogre, Chimán y Pocorosa; después atravesaron hacia la costa pacífica visitando Chepo, Natá, París, Escoria y el regreso a Santa María. Al año siguiente fue con Vasco Núñez de Balboa a poblar el puerto de Acla, arribando al golfo de San Miguel, donde participó en la construcción de las naves con que se quería explorar el Mar del Sur. Integrado seguidamente en la expedición formada por trescientos hombres que mandó Pedrarias a fundar la ciudad de Panamá, ocasión celebrada el 15 de agosto de 1519. Posteriormente participó en otra entrada de Espinosa, que recorrió toda la región pacífica, costeando la península de Azuero y alcanzando Punta Blanca, más al norte de Chiriquí, hasta el retorno por tierra a Panamá.

Establecido en Panamá se dedicó al comercio y a la política local; nombrado regidor del Cabildo en 1521. Al hilo de esta actividad, en 1522 se le confirió el cargo de Visitador general de los indios. Habiendo llegado a Chochama en el ejercicio de su responsabilidad, tuvo noticia fehaciente de los hostigamientos de nativos procedentes del Virú o Birú, un territorio ignoto situado al sur de Panamá, que Andagoya equivocadamente dedujo era el Perú.

    Impulsado por la revelación de inmediato solicitó permiso al gobernador Pedrarias para una descubierta a partir del golfo de San Miguel; Pedrarias le nombró capitán. La descubierta, no obstante, apenas alcanzó la región colombiana de Chocó, pues allí enfermó y tuvo que renunciar a nuevas expediciones que se ofrecieron a Francisco Pizarro y Diego de Almagro y que conquistaron el imperio inca.

    Pasaron unos años de convalecencia finalizados en 1529, año de la sustitución de Pedrarias por el gobernador Pedro de los Ríos. Entonces acompañó a Pedrarias a Nicaragua. Y en 1534, año en que tomó posesión el nuevo gobernador de Panamá, Francisco de Barrionuevo, Pascual de Andagoya obtuvo de su gracia el nombramiento de teniente de gobernador.

    Problemas legales sucesivos y disputas a la par, dispusieron la vuelta de Andagoya a España, permaneciendo en la metrópoli entre 1537 y 1538, periodo fructífero para sus aspiraciones al conseguir liberarse de toda acusación y obtener la gobernación del Río San Juan, en la región colombiana del Chocó, futuro virreinato de Nueva Granada, al sur de Panamá y antes del vasto territorio del Perú. Firmó la capitulación en Valladolid el 12 de diciembre de 1538 y fue nombrado gobernador y capitán general, adelantado y alguacil; bajo su administración quedaba un territorio, lindante con la gobernación de Francisco Pizarro, comprendiendo la costa meridional desde el Darién panameño hasta Atacamez, en el actual Ecuador, la región del Chocó, el valle del Cauca costero y Nariño (Pasto), con Tumaco y la provincia ecuatoriana de Esmeraldas hasta la localidad de Atacames. Carlos I le otorgó el 10 de enero de 1539 el título de mariscal de la provincia del Río San Juan. Andagoya pretendía establecer una Gobernación con territorios al sur de Colombia y el norte de Ecuador.

    El mariscal y adelantado llegó a Nombre de Dios el 24 de junio y continúo viaje hacia Panamá, de donde partió para la conquista de su Gobernación en febrero de 1540 al frente de doscientos hombres y cincuenta caballos embarcados en un galeón, más doscientos quince en una galera y dos bergantines. Costeó hasta el golfo de San Miguel, siguió al Darién, costeó el Chocó y descendió hasta Cabo Corrientes y la isla de Las Palmas, lugar que convirtió en su base de operaciones. Siguió a la bahía de La Cruz, desembarcando la tropa para remontar el río San Juan, socorriendo a españoles perdidos en descubiertas precedentes, y regresó a la bahía de la Cruz para fundar la ciudad de Buenaventura, el centro de su gobernación. Dejó en Buenaventura a un lugarteniente suyo, llamado Juan de Ladrillero, que era piloto y que en el futuro realizaría la doble travesía del proceloso estrecho de la Madre de Dios, también llamado de Magallanes.

    Andagoya emprendió una expedición terrestre desde Buenaventura hasta el Cauca, llegando el 15 de abril a la provincia de Atunceta, en el valle del Cauca. Adentrándose en la jurisdicción de Sebastián de Belalcázar, llegó a Cali y Popayán en mayo de 1540. Su intención era la de abrir un camino entre Cali y Buenaventura, pero Belalcázar, gobernador de Popayán, lo apresó en marzo de 1541. Tuvo que intervenir Carlos I para delimitar las jurisdicciones de cada cual.

Pascual de Andagoya

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Pascual de Andagoya estuvo en España hasta 1545 solventando asuntos de gobierno en el Nuevo Mundo. Supo entonces que Gonzalo Pizarro se había sublevado en el Perú y que se enviaba para someterle a Pedro de Lagasca. Comprendió que a su puerta llamaba la oportunidad de servir al emperador, de modo que embarcó con Lagasca a inicios de 1546. La comisión pacificadora arribó al puerto de Nombre de Dios el 27 de julio y a Panamá el 19 de noviembre, para acto seguido desplazarse a Perú. Sin más remedio que la batalla, en marzo de 1548 Gonzalo Pizarro fue derrotado en Xaquijaguana por el ejército realista.

Escribió dos obras importantes: Carta del Adelantado Pascual de Andagoya dirigida al Emperador Carlos V sobre su partida de Panamá y prosecución de su viaje y reconocimiento hasta Cali, y Relación que da el Adelantado de Andagoya de las tierras y provincias que abaxo se hará mención. La primera está fechada en Cali a 15 de septiembre de 1540, la segunda es una copia de un manuscrito original perdido, que se encuentra en el Archivo General de Indias. Ésta fue publicada por primera vez en 1794 por Fernández de Navarrete, bajo el título de Relación de los sucesos de Pedrarias Dávila en las provincias de Tierra Firme o Castilla del Oro, y de lo ocurrido en el descubrimiento de la Mar del Sur y costas de Perú y Nicaragua. La narración registra lo ocurrido desde 1514, fecha de la salida de la expedición de Pedrarias, hasta la muerte de Pedro Alvarado en 1541, así como su exploración en la gobernación del río San Juan desde febrero de 1540 hasta agosto de 1541; las regiones son Nicaragua, Panamá, Antillas y región caribeña centroamericana y colombiana, Panamá en sus dos costas, valle del Cauca colombiano y el imperio inca.

Artículos complementarios

    Vasco Núñez de Balboa

    Francisco Pizarro

    Juan Ladrillero

    Pedrarias Dávila

    Sebastián de Belalcázar

    Pedro de Alvarado

    Bernal Díaz del Castillo

San Dámaso I papa

A san Dámaso I, elegido papa en el año 366, con un pontificado de dieciocho años de duración, lo recuerdan sus mandatos, decretales, obras escritas y testigos de entidad como san Jerónimo, a la sazón su secretario.

San Dámaso I

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Nacido en el Noroeste de la península Ibérica hacia los años 304 ó 305, recorrió un camino de sacerdocio hasta culminar en el papado. En 355 era uno de los siete diáconos de Roma, año en el que el papa Liberio fue desterrado de Roma a Berea de Tracia por orden del emperador Constancio, que profesaba el arrianismo. Dámaso juró fidelidad a Liberio mientras viviera, se le unió temporalmente en el destierro y una vez finalizado, con el regreso de Liberio, éste le nombró primer diácono de Roma.

    A la muerte de Liberio el año 366, Dámaso fue elegido papa, consagrado por el obispo de Ostia. Pero los partidarios de Ursino, aspirante al trono de san Pedro, lo nombraron también papa, suceso que propició un cisma sangriento que obligó a la intervención de Juvencio avalando la legitimidad de Dámaso.

El pontificado de Dámaso I (366-384) tuvo que sofocar los brotes heréticos, o desviaciones heterodoxas, del apolinarismo, el priscilianismo y el arrianismo.

    Participó en tres concilios: Concilio romano en 377, de Zaragoza en 380 y I de Constantinopla en 381; en ellos afianzó la universalidad de la Iglesia romana sobre las demás.

    Promulgó disposiciones que velaran por la imagen adecuada que debía dar el clero, incluyendo novedades en la liturgia. Persona de cultura dejó un importante legado escrito en el que destaca la Epigramática, poemario dedicado a santos y mártires; las inscripciones sacramentales, con valor de dogma, y sepulcrales de su autoría para honrar a los difuntos; y una colección de veinticuatro cánones, denominada Tomo de Dámaso, enviada a Paulino, obispo de Antioquía, en los que se anatematizan las herejías trinitarias y cristológicas.

    Según la tradición, Dámaso I introdujo en las oraciones de los católicos el texto: «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén».

    Sabiamente eligió Dámaso como su secretario a san Jerónimo (Jerónimo de Estridón) en 382, profundo conocedor de la liturgia y las Sagradas Escrituras, a quien encargó la traducción de la Biblia en hebreo y griego al latín, lengua vulgar entonces, pasando a la historia de la Iglesia Católica con el nombre de Vulgata y una vigencia de quince siglos.

Declarado patrón de la Arqueología cristiana por el papa Pío XI el año 1923, a Dámaso I se le reconocía su ingente labor de adecentamiento y memoria de los cementerios y sepulcros. Asimismo, impulsó la construcción de basílicas y baptisterios y consiguió establecer como máxima autoridad entre los obispos al de Roma.

    Su imagen es frecuente en las representaciones artísticas religiosas del catolicismo, con especial relevancia su retrato en la Capilla Sixtina, pintado por Domenico Ghirlandaio, y en la sala de Constantino del Vaticano, obra de Giulio Romano.

    Citamos por último a su hermana Irene, santa, a quien el propio Dámaso dedicó un epitafio.

Artículos complementarios

    Calixto III

    Alejandro VI

    Benedicto XIII

    San Isidoro de Sevilla

    Santo Domingo de Silos

    Benito Arias Montano

El patriotismo viajero de Antonio Ponz

El castellonense de Bechí Antonio Ponz Piquer, nacido en 1725, ilustrado, historiador y arqueólogo, literato y tratadista de arte, pintor y viajero, teólogo y académico de la historia, se enfrentó con sus mismas armas a esos viajeros europeos que recorrían España, en todo o en parte, o que escribían sobre España sin haber estado en su territorio, difundiendo ridículos arquetipos y extravagancias populares que movían a la risa.

    Algunos reformistas españoles procedieron a contrarrestar con sus escritos y discursos los menosprecios y burlas, exponiendo las tergiversaciones y falsías publicadas por esos ignorantes y malintencionados.

Antonio Ponz Piquer

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Viajero ilustrado y erudito, en 1773 Antonio Ponz fue nombrado académico y después supernumerario de la Real Academia de la Historia. Perteneció a las Sociedades Económicas de Amigos del País de Madrid, de Vascongadas y de Granada; asimismo, miembro de las Academias de San Lucas y de los Arcades, de Roma, y de los Anticuarios de Londres.

    En 1776, el Rey Carlos III le nombró secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Antonio Ponz animó a oponerse firmemente a las falacias y desprecios en los siguientes términos: “Es conveniente que los nacionales y extranjeros se desengañen del indigno modo con que nos tratan ciertos escritores, se deben repetir sus calumnias e injusticias, publicarlas e impugnarlas muy a menudo y dar de este modo a conocer la mala fe y modo que han tenido de tratarnos”.

    Vivió diez años en Italia, entre Nápoles y Roma, llevando a cabo un detallado estudio arqueológico de las ruinas de Pompeya y Herculano.

    En su excelente obra Viaje fuera de España, publicada en 1785, Ponz narra su periplo por Europa del año 1783. El título completo de la obra es Viage de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse que hay en ella. Su autor D. Antonio Ponz, Secretario de S. M. y de la Real Academia de San Fernando, individuo de la Real de la Historia, y de las Reales Sociedades Bascongada y Económica de Madrid. La andanza para divulgar su mensaje patriótico dio inicio en Toledo y, tras pasar por el norte de Castilla y Navarra y atravesar los Pirineos llegó a la localidad francesa de Bayona. En Francia visitó las ciudades de Burdeos, Tours, Blois, Orleans y París. En Normandía embarcó con rumbo a Gran Bretaña, visitando Londres y el sur de Inglaterra. De regreso al continente se adentró por tierras holandesas, pasando por Rotterdam, Delft, La Haya, Leiden, Haarlem, Amsterdam y Utrecht. De allí a Bélgica para recorrer Amberes, Malinas, Bruselas, Lovaina y Gante.

    Con otra escala en París y la continuación de la visita a Francia ahora por Lyon, Aviñón, Nimes, Montpellier, Béziers, Narbona y Toulouse, cumplió el magno propósito de su viaje retornando a España. Al año de su partida arribó al final en Alcalá de Henares.

    La obra está configurada como una serie de cartas abiertas para el público lector.

    A partir de su método de trabajo, al viajar levantaba acta del estado de conservación del patrimonio histórico nacional, también anotando lo que encontraba de interés para conocer la situación de España: la economía, la agricultura, las manufacturas, la artesanía, el comercio, los caminos y puentes, la reforestación y el regadío, los alojamientos para viajeros y otros aspectos de la realidad española, siempre estudiando la transformación de lo que debía mejorarse.

    Marcelino Menéndez Pelayo calificó el Viaje con la expresión: “Es más que un libro; es una fecha en la historia de nuestra cultura”.

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Carlos III había proyectado realizar una galería con los retratos de los grandes hombres sitos en la Biblioteca de El Escorial. En 1760 Antonio Ponz fue el encargado de reagrupar y ordenar la colección de retratos de la Biblioteca, sacar copia de los más estropeados y pintar los que él considerara oportunos. Tarea que le ocupó más de un lustro, dedicando además mucho tiempo a leer y consultar libros y códices de la magnífica Biblioteca escurialense.

    El entonces fiscal del Consejo de Castilla, Domingo Fernández de Campomanes, propuso a Ponz, a quien conocía personalmente, para que recorriese los colegios e iglesias de jesuitas de Andalucía, catalogase las obras pictóricas dispersas por ellos y seleccionara las más interesantes para llevarlas a la Real Academia de San Fernando de Madrid. Fue en esta época cuando maduró su viaje europeo en líneas anteriores referido.

Artículos complementarios

    La Biblioteca del monasterio de El Escorial

    Marcelino Menéndez Pelayo

    Id y asombrad al mundo, ¡oh, españoles!

    Lo que el mundo le debe a España

    La exploración de vestigios prehispánicos