La humanista y catedrática Luisa de Medrano

Al amparo de la reina Isabel la Católica desarrolló toda su capacidad personal e intelectual Luisa de Medrano Bravo de Lagunas, nacida el año 1484 en la entonces localidad soriana de Atienza, posteriormente alcarreña. Humanista, poeta, elocuente y erudita, figura como la primera catedrática en la historia de España.

    La influencia de Isabel la Católica, aventajada estudiante de latín y patrocinadora de la educación femenina, determinó en Luisa, como también en Beatriz Galindo, preceptora de la reina, su afinidad por la cultura clásica y las lenguas cultas formándola como humanista, poeta y catedrática de cánones en la Universidad de Salamanca y sustituta de Antonio de Nebrija el año 1508; la primera catedrática que hubo en España. Su hermano Luis fue también catedrático y además rector de la Universidad de Salamanca.

     Su abuelo y su padre, Diego López de Medrano, combatieron en la guerra de Granada, falleciendo ambos. En agradecimiento a tal servicio, la reina Isabel se hizo cargo de la madre de Luisa, Magdalena Bravo de Lagunas, y de la educación de los nueve hijos del matrimonio. Los primogénitos fueron heredando el cargo de alcaides de Atienza, mientras que su hermana Catalina, tras servir en la corte, se convirtió en mecenas de la villa, financiando la capilla del convento de San Francisco como panteón familiar.

Luisa de Medrano es contemporánea de mujeres ilustres como Beatriz Galindo La Latina; Beatriz de Bobadilla, consejera y dama preferida de la reina Isabel; Beatriz de Silva, santa, fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción; María Pacheco, docta en latín y griego, en medicina y matemática y muy leída en la Santa Escritura y en todo género de historia; Mencía de Mendoza, noble ilustrada y mecenas de las artes; Juana I de Castilla y Catalina de Aragón, hijas de los Reyes Católicos formadas en humanidades y política para ser reinas y embajadoras de España.

    De Luisa de Medrano habla en su Cronicón el canónico de Sigüenza y después rector de la Universidad de Salamanca, Pedro de Torres; y habla el latino Lucio Marineo Sículo en su Opus Epistolarum, escrita 1514, y en Rebus Hispaniae Memorabilibus  (De las cosas memorables de España), que tratando a Luisa en su impartición docente expresó admirado: “Tú que en las letras y elocuencia has levantado bien alta la cabeza por encima de los hombres, que eres en España la única niña y tierna joven que trabajas con diligencia y aplicación no la lana sino el libro; no el huso sino la pluma; no la aguja sino el estilo”.

Artículos complementarios

    Isabel la Católica

    Antonio de Nebrija

    Pedro Laín Entralgo

Memoria recobrada (1931-1939) LXXI

Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega presenta en sucinta biografía la actividad criminal de seis destacados chequistas.

Alfonso Laurencic

Ha pasado a la historia como un criminal diseñador de checas y mecanismos de tortura. Pero antes de tales monstruosidades, en las filas del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y por ende en el conglomerado del Frente Popular, participó en asaltos, incendios, saqueos, detenciones y matanzas. Paradójicamente, apresado por el Servicio de Información Militar (SIM) que dirigía el socialista Indalecio Prieto e ingresado en una checa, convenció a sus captores para que le permitieran “optimizar los resultados” de aquellos establecimientos de prisión y tortura.

    En la checa de la barcelonesa calle Vallmajor número 1, antiguo convento, denominada Preventorio D, dispuso dos cuerpos de actividad complementaria: el de la prisión y el de los interrogatorios, unidos por un pasillo subterráneo escalonado por el que los presos caminaban a oscuras y tropezando. Al finalizar el pasadizo surgía una zanja o fosa y más allá, tras un recodo, en un espacio anegado por el agua estaba ubicada una pequeña celda con anillas para introducir pies y manos en sus paredes donde el preso o aguardaba para ser interrogado o veía y le veían pasar los que iban a ser interrogados.

    En la que fuera capilla del convento quedaron habilitadas numerosas celdas sin techo y con luz artificial permanente.

    Las celdas de castigo, o celdas psicotécnicas, eran de dos metros y medio de longitud, uno y medio de anchura y dos de altura con el techo pintado en negro con figuras geométricas mareantes y un cromatismo chillón de rojos, azules, amarillos y verdes para alterar cualquier sensibilidad, mientras en las paredes aparecían pintadas líneas horizontales en esos mismo colores sobre fondo gris; estaban alquitranadas por dentro y por fuera para convertirlas en hornos; disponían de un camastro adosado a una de las paredes y de obra de metro y medio de largo, que obligaba a encogerse, y sesenta centímetros de ancho, que sacaba fuera las rodillas y parte de las piernas, además con una inclinación del veinte por ciento que impedía dormir; el suelo estaba tachonado por ladrillos de canto, en horizontal y en perpendicular entre sí, obstaculizando el moverse por la celda iluminada las veinticuatro horas con luz artificial.

    Las celdas armario estaban construidas en madera y sus dimensiones eran de cincuenta centímetros de ancho por cuarenta de profundidad y una altura graduable, ya que el techo era una plancha movible, rebajado a medida que impedía que se pudiera mantener el cuerpo derecho; había un asiento de cemento de trece centímetros de superficie colocado a sesenta y cinco centímetros de altura, obligando a la víctima a mantenerse sobre las puntas de los pies; por un ventanuco que incidía en los ojos pasaba la luz de un potente foco.

    En la checa de la calle San Elías, en el barrio barcelonés de San Gervasio, los métodos de tortura fueron similares, aunque con aplicación de nuevas técnicas. La celda nevera, inmersa en agua hasta una altura de cuarenta centímetros, con paredes dobles y un hueco medianero también inundado, a la que se accedía descendiendo una escalera de caracol sin barandilla. La celda del metrónomo, carentes de luz y ventilación, de cuatro metros cuadrados, provista con unos respiradores que evitaban la asfixia del preso; fijados ladrillos de canto en el suelo y con un camastro de cemento a un metro de altura del suelo y separado del techo apenas sesenta centímetros y con la superficie salpicada de estrías cortantes; en el pasillo y sobre una repisa situada entre dos celdas estaba el metrónomo con su monótono y obsesivo son. En el centro de la sala de interrogatorios aparecía una silla eléctrica; a la víctima se la descalzaba, se le mojaban los pies con agua y se colocaban sobre unas hormas metálicas y las muñecas ceñidas por electrodos; las descargas eléctricas duraban medio minuto y su aplicación era regulada por un reostato.

    Detenido, juzgado y condenado a muerte, la sentencia del comunista francés Alfonso Laurencic, “el hombre de las checas y artista de la tortura”, tuvo efecto el 9 de julio de 1939.

Santiago Carrillo, Segundo Serrano y Ángel Galarza

La Delegación de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid fue la responsable de las sacas efectuadas en las cárceles madrileñas de Ventas, San Antón, Porlier y Modelo.

    El día 6 de noviembre de 1936 fue nombrado Consejero de Orden público de la Junta de Defensa de Madrid el comunista, antes socialista, Santiago Carrillo Solares, y su número dos Segundo Serrano Poncela, también integrante de las Juventudes Socialistas Unificadas, con responsabilidad sobre las cárceles madrileñas; ambos ejercieron sus cargos hasta el 24 de diciembre de 1936.

    La madrugada del 7 de noviembre tuvo lugar la reunión inaugural del Consejo, presidida por Santiago Carrillo, al cabo de la cual se produjo la primera saca de la cárcel Modelo con las víctimas conducidas a Paracuellos de Jarama para su asesinato. Inmediatamente siguieron las demás sacas.

    Pero no fue esa la primera saca, ya que entre el 28 y el 29 de octubre de 1936 se llevó a efecto la saca de la cárcel de Ventas, autorizada por el socialista ministro de la Gobernación Ángel Galarza Gago, presidiendo el gobierno el también socialista Francisco Largo Caballero, con el resultado de treinta y dos asesinados.

Margarita Nelken

Una vida sentimental triste, más bien desairada como mostraba su físico, pese a una inteligencia despierta, provocaría en Margarita Nelken Mansberger el rechazo y odio visceral al hombre y a la mujer con atractivo y éxito; en palabras de Edgar Neville.

    Margarita Nelken representó la simbiosis genuina entre las checas y las sacas.

    Su aspecto tornó agresivo de la infancia a la adolescencia, y la transformación se completó deshumanizada en su carácter, espíritu y modo de actuar.

    Estas son algunas de las descripciones que suscitó en quienes la trataron o, simplemente, la conocieron por sus obras.

    “En ella todo era repulsión”. “Había arrastrado una triste vida sentimental. Los hombres que se le habían acercado eran como ella, de oficinas oscuras, de plataforma de tranvía de las afueras; sin la gracia paleta de los hombres del pueblo y sin el estilo de los hombres de raza” (Edgar Neville).

    “Es la indiscreción en persona. Ha salido con los votos socialistas, pero el partido socialista ha tardado en admitirla en su seno, y las Cortes también han tardado mucho en admitirla como diputado. Se necesita vanidad y ambición para pasar por todo lo que ha pasado la Nelken hasta conseguir sentarse en el Congreso” (Manuel Azaña).

    Tres corresponsales extranjeros, además del cónsul de Noruega en Madrid, Félix Schlayer, pionero en la revelación y denuncia de los crímenes, testimoniaron los asesinatos en Paracuellos de Jarama, Aravaca y Torrejón de Ardoz, lugares donde fueron conducidos los sacados de las cárceles madrileñas, y de la participación en ellos de Margarita Nelken. Tras una saca de presos en la cárcel Modelo “los arrimaron a la pared, los abrieron de brazos y piernas y los crucificaron. A uno o dos los pusieron de cabeza abajo. Mojaron a todos con gasolina, y para acabar les prendieron fuego. No escapó ni uno” (José Augusto, 17 de agosto de 1936, Diario de Noticias). Félix Correia añade: “Estábamos asombrados e indignados. Asistían a esto, tan aterrorizados como nosotros, nuestros compañeros Leopoldo Nunes, José Augusto y el periodista francés que escribe en Le Matin, Guillaume de Brassy. Pero lo que parece imposible es que haya naciones que por acción u omisión estén ayudando a estos bárbaros que avergüenzan a la especie humana”. Entre aquellos bárbaros que disfrutaban con el espectáculo de muerte estaba Margarita Nelken. Como diputada socialista disponía de los medios que le autorizaban a sacar de la cárcel Modelo a los presos que deseara y en la cantidad que estimase pertinente para ser conducidos a la muerte.

    Margarita Nelken fue la primera mujer en obtener el acta de diputado en España, integrada en la lista del PSOE. Sin embargo, se negó a conceder el voto femenino aduciendo que recaería en el lado conservador puesto que “la mujer española era ignorante y paleta, dada a consultar con el confesor también la intención de voto”; luego resultaba necesario privarlas de ese derecho ya que “poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España, realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario”. Para Nelken únicamente existían dos tipos de mujeres: las que eran como ella y las demás. Leopoldo Nunes la definió como “ese monstruo de perversidad en el que no cabe la calificación de mujer”. Su odio al hombre lo retrató Edgar Neville: “Ella sabía que había algo más en el mundo de Gordón Ordax [Félix Gordón Ordás] y Basilio Álvarez [Basilio Álvarez Rodríguez], pero a los demás hombres ella los vio siempre, a través de sus impertinentes, alejarse con otras, con aquéllas que hoy hacía fusilar”. “En aquel terrible Madrid de agosto del 36, cuando el terror llegaba al máximo, apareció una noche en Claridad un artículo de Margarita Nelken en que pedía a las milicias no se limitaran a asesinar hombres, sino que incluyeran en ‘los paseos’ a las esposas, novias o hermanas de los perseguidos. […]. Eran las feas en celo, las contrahechas en rebelión, supurando odio y envidia, vengando en aquellas víctimas un daño del que eran inocentes, vengando el desaire perpetuo de los hombres hacia ellas”.

    Encontró Margarita Nelken en Dolores Ibárruri, alias pasionaria, una aliada y una rival; un espíritu afín y la horma de su zapato.

    El odio de Dolores Ibárruri quedó reflejado en la entrevista que Félix Schlayer sostuvo con la dirigente comunista. “Hacia el final de la conversación le pregunté cómo se imaginaba ella que las dos mitades de España, separadas la una de la otra por un odio tan abismal, pudieran vivir otra vez como sólo un pueblo y soportarse mutuamente. Entonces estalló todo su apasionamiento: ‘¡Eso es simplemente imposible! ¡no cabe más solución que la de que una mitad de España extermine a la otra!’. Schlayer añadió en su crónica la siguiente apostilla: “No podía, por tanto, quejarse si la parte contraria le había aceptado la receta”.

    Al pasarse del PSOE al PCE, Margarita Nelken “esperaba ocupar en el partido comunista el lugar que le correspondía por sus méritos, infinitamente superiores intelectualmente hablando, a los de Dolores Ibárruri. Pero la plaza estaba tomada y Dolores la defendía con uñas y dientes”, en versión de la anarquista Federica Montseny. Dolores Ibárruri era de una extracción social inferior, pero como las comodidades ni la cultura habían pulido los instintos primarios en Margarita Nelken, eran tal para cual y eso las enfrentaba. Dolores Ibárruri apreció enseguida la sustancia de la otra y no permitió que la desbancara en el PCE. Margarita Nelken rabiaba porque alguien de menos categoría que ella se llevara los titulares y el clamor popular.

    La historiadora Yolanda Cabezuelo Arenas ha investigado la participación criminal de Margarita Nelken durante la Segunda República y la guerra civil consecuente. La diputada socialista y comunista estuvo presente y activa en las checas y en las sacas, y con su distinción entre mujeres y hembras señalaba a estas últimas, declaradas enemigas, como alimañas que debían eliminarse: “A las alimañas se las aplasta por eso, porque son alimañas, y a las fieras dañinas, el hombre debe suprimirlas para salvaguardia de la Humanidad”.

    Quien ejerciera como ministro de Justicia desde noviembre de 1936 a mayo de 1937, el anarquista Juan García Oliver, dejó constancia de los actos criminales protagonizados por Margarita Nelken que ella misma le había confesado. En su obra El eco de los pasos, que aquí resume Yolanda Cabezuelo Arenas, se lee en la página 306 al relatar una conversación con Eduardo Val, secretario del Comité de Defensa de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) que le dijo: “Quiero apercibirte de los manejos que se trae la comunista Margarita Nelken, que al frente de un comité de Juventudes Socialistas Unificadas es quien asume las funciones ejecutivas de la justicia en Madrid. Opera camuflada en una pequeña oficina del Ministerio de la Guerra. Ten cuidado con los que la rodean; la mayor parte son jóvenes guardias de Asalto vestidos de paisano”. En la página 309 se lee al respecto de Margarita Nelken: “Lo que se murmuraba sobre las actividades a que se dedicaba la Nelken y los fugaces resplandores que dejaban a su paso los núcleos de jóvenes socialistas unificados que ella acaudillaba, no se sabía si por mandato de los jefes comunistas o porque ella quisiese imitar a los socialistas revolucionarios de izquierda de la revolución rusa, entre los que tanta preponderancia tuvieron en el pasado las mujeres de acción, como la Perovskaia [la terrorista rusa Sophia Perovskaya, integrada en la organización socialista Narodnaya Volya] y la Spiridónova [la también terrorista rusa Mariya Spiridónova, dirigente del Partido Socialrevolucionario de Izquierda]”. En la página 310 se lee lo sucedido en un encuentro entre ambos en el que García Oliver le advirtió: “Solamente vengo a rogarte que te apartes de todo cuanto parezca ejercicio de la justicia. De hoy en adelante correré con las responsabilidades. Pero solamente con las mías”. “Tú, intelectual de valía, militante socialista de hace muchos años, ¿crees que con vuestras andanzas nocturnas estáis haciendo la revolución?” En la página 311 se lee sobre Nelken: “Conocedora del nihilismo, del socialismo revolucionario de izquierda ruso y del espartaquismo alemán, hizo un esfuerzo por parecerse a Spiridinova, Peroskaia y Luxemburgo [Rosa Luxemburgo, dirigente comunista], equivocando el camino al tomar el de la acción terrorista irresponsable, que empezó, según me contara ella misma, en la matanza de los derechistas detenidos en la cárcel Modelo de Madrid y prosiguió en aquellas noches de espanto, luchando a su manera contra el bandolerismo sangriento de la quinta columna”. En la página 346 se lee al hablar “de los grupos de ejecución que capitaneaba Margarita Nelken en Madrid”. En la página 364 refiere “los casos de muertes violentas por ‘paseos’ o hechos semejantes, como los derivados de la acción del ‘Tribunal de la Sangre’ de Valencia, los llevados a cabo por la Dirección de Orden Público, los que se cometían en las checas de partidos y organizaciones; en fin, las actividades de Margarita Nelken y sus jóvenes socialistas unificados de Madrid”. En la página 465 se lee la exposición de “los integrantes de las checas, empezando por Margarita Nelken y sus jóvenes socialistas unificados”, y su idea de facilitar a periódicos extranjeros “un abultado expediente de todas las checas comunistas”; iniciativa que dio al traste el presidente Juan Negrín. En la página 366 se lee la conversación entre Juan García Oliver y Mariano Gómez González, presidente del Tribunal Supremo de la República, que Yolanda Cabezuelo Arenas transcribe:

—García Oliver: O rompe ahora mismo esa infamia de proyecto de decreto, o de aquí me paso al despacho del fiscal general de la República y denuncio a usted como ejecutor de la indignidad jurídica más grande que se haya cometido: la de haberse constituido, usted como presidente de un tribunal, en la cárcel Modelo de Madrid y haber juzgado a unos presos, haberlos oído y condenado a muerte, cuando llevaban ya más de 24 horas ejecutados por Margarita Nelken y su grupo de jóvenes socialistas unificados. Y le aseguro que de todo ello tenemos en el extranjero, presto a ser entregado a varios periódicos, un expediente completo.

—Mariano Gómez: ¡Pero cálmese usted, mi querido amigo! ¿Cómo supo usted lo de Margarita Nelken y lo del juicio?

—García Oliver: Me lo contó la propia Margarita Nelken. Después, con paciencia de benedictinos, abrimos sumario.

Rafael Alberti

Responsable de la secretaría en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, organismo creado para señalar primero y después eliminar a los considerados enemigos, el comunista Rafael Alberti, pistola al cinto para impresionar a propios y ajenos en la retaguardia —pues como denunciaban los anarquistas y otros milicianos descontentos con su arrogancia y verborrea, ese arma ni su portador nunca estuvieron en el frente—, dejó tras de sí en su huida de España al finalizar la guerra un reguero de horror.

    Escritor de poemas y dictador de paseos, desde el Comité de depuración de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, Alberti y otros colegas que figuraban en la nómina de la revista El mono azul publicaban la columna titulada A paseo, de indudable significado, donde eran nombrados los intelectuales que debían sufrir la pena de la depuración, eufemismo por muerte, a la que se hacían merecedores por su manifiesta oposición a los revolucionarios del Frente Popular. Entre los puestos en la diana estuvieron Miguel de Unamuno, Pedro Muñoz Seca, Manuel García Morente, Fernando Vela, Ernesto Giménez Caballero y Rafael Sánchez Mazas.

    Alberti definió pomposamente su labor en la retaguardia de cívica y cultural, y aunque no lo expresara con la debida claridad, también dedicaba su tiempo y empreño a la propaganda, a la agitación y a infundir el valor del que carecía a los jóvenes de izquierda para que se alistaran en las milicias combatientes de vanguardia: a sacrificarse, a correr riesgos y a defender la causa revolucionaria de sus amos protegidos del fuego y las penurias por los palacetes incautados en Madrid.

    A estas tareas de mucho trabajo intelectual, se sumaba la de visitar las prisiones y checas donde se consumían por el miedo, la tortura y el encierro, las víctimas elegidas por su credo, ideología, modo de vida, fortuna o simplemente represaliadas por el argumento de la envidia y el rencor, que suelen ir unidos. En estas visitas, según los testigos que han podido contarlo, el comunista poeta, solo o acompañado de la cómplice María Teresa León, proponía métodos que ayudaran a recabar confesiones y que facilitaran la anulación de la persona.

    Valga el ejemplo de dos víctimas de gran prestigio, la una asesinada, la otra a salvo por haber escapado a tiempo de la captura, para ilustrar la actividad de la comisión de depuración: Pedro Muñoz Seca y Manuel García Morente. Alberti comunicó a su hermano Vicente, amigo de Muñoz Seca, para quien había solicitado favor, que “lo fusilamos en noviembre”; mejor suerte corrió García Morente al salir a escape una vez conoció que los depuradores, con Alberti a la cabeza, iban a por él al haber propuesto la cesantía, eufemismo por asesinato, de los catedráticos que tildaban de facciosos. 

Los Tercios regresan a Flandes (1577-1578)

El Imperio en Europa: la reconquista de Flandes

A la muerte del gobernador Luis de Requesens, en Milán recibió la orden don Juan de Austria para hacerse cargo del gobierno de los Países Bajos. Habiendo sido anteriormente reforzada la defensa de Amberes, pero harto complicada la situación en las diecisiete provincias, los soldados españoles acogieron con alegría este nombramiento.

    Juan de Austria llegó a Luxemburgo cumpliendo el encargo de su hermano el rey Felipe II. Bien No seguro de lo que se le proponía, se vio obligado a firmar el documento que se llamó Edicto Perpetuo el 17 de febrero de 1577; y no le faltaba razón para desconfiar de aquel acuerdo con un Consejo de Estado de los Países Bajos afecto o proclive o tendente a la causa de los enemigos de España. Según este edicto los soldados españoles, los famosos Tercios, debían abandonar el territorio de las diecisiete provincias dejándolas, en consecuencia, a merced de los partidarios del príncipe de Orange y sus aliados franceses y británicos.

    Dada la inercia de abandono, también la ciudad de Amberes cambió de manos quedando vacías las de España en Flandes. Y eso que el gobernador admitido era Juan de Austria, un gobernador sin ejército ni apoyos.

    Pesquisas ulteriores confirmaron el temor de Juan de Austria; el príncipe de Orange maniobraba para sustituir al gobernador español por Matías de Austria, una figura títere que aceptó el cargo. Con este movimiento la guerra iba a reiniciarse., por lo que Juan de Austria pidió el regresó a sus compañeros de los Tercios Viejos de Italia.

La reconquista de Flandes

Valga recordar que se denomina Flandes al conjunto de las diecisiete provincias que componían los Países Bajos, y no sólo a la de este nombre.

    A finales de 1577 llegaron a Luxemburgo seis mil hombres de los Tercios Viejos con Alejandro Farnesio, sobrino de Juan de Austria. En vista del despliegue, los rebeldes holandeses corrieron a pedir ayuda a Francia, Inglaterra y Alemania. Junto a Alejandro Farnesio se hallaban varios de los generales más prestigiosos y temidos de Europa: Cristóbal de Mondragón, Bernardino de Mendoza, Octavio Gonzaga, Pedro Ernesto de Mansfeld, Curcio Martinengo, Juan Bautista de Monte, Enrique Vienni y Fernando de Toledo.

    La intención de los holandeses y aliados fue la de presentar batallas inmediatamente a los Tercios, con muchas leguas a cuestas, en Namur, pero al conocer que era el ejército español el que acudía rápido a su encuentro optaron por retirarse escalonadamente a posiciones teóricamente seguras. Los españoles se apoderaron de Namur en su avance hacia el enemigo en fuga, incorporando al ejército tropas locales y mercenarios extranjeros hasta sumar diecisiete mil efectivos; que se enfrentaron a veinticinco mil en la batalla de Gembloux el 31 de enero de 1578. A esta localidad fortificada, hoy belga, fueron a parar en desorden, perseguidos por jinetes e infantes de los Tercios, las tropas de Guillermo de Orange, apodado el taciturno, arrastradas hacia la fuga. Pero de nada sirvió la fortaleza ni la agrupación de tropas. La victoria española fue aplastante, al extremo de aniquilar al ejército que habían formado los Estados Generales de los Países Bajos. La moral de los rebeldes quedó deshecha.

    Avanzaron victoriosos los Tercios por la provincia de Brabante, rindiéndose sucesivamente las plazas de Boubignes, Tillemont, Lovaina, Arschot a Octavio Gonzaga, y Sitchen, que ofreció alguna resistencia, se entregó a Alejandro Farnesio; que a continuación tomó Diestem y Leyva.

    Para la toma de Nivelles, lugar estratégico, se unieron las tropas de don Juan y Farnesio. Rendida esta plaza, las siguientes fueron Malbodio, Sabis, Reulx, Bellomont, Soigniac, Barlamont y Cimay. Philippesville requirió mayor empeño, si cabe expresarlo así, debido a sus impresionantes fortificaciones. En cuestión de siete meses se habían recuperado las provincias de Henao, Luxemburgo y Namur.

    En este momento de la campaña don Juan mandó a Farnesio que prosiguiera la guerra. De modo que acometió contra Limburgo, capital y provincia, logrando la sumisión de la totalidad salvo Dalhem, que también acabó rendida a manos del enviado por Farnesio al efecto Enrique Vienni.

    Entretanto, el aterrado Guillermo de Orange se dedicaba a intrigar, además de implorar el apoyo de alemanes, franceses e ingleses, dado que por las armas nada podía.

    Se juntaron las tropas aliadas en la proximidad de Malinas para enfrentarse a los españoles de don Juan y Farnesio en un intento por frenar los avances. El 7 de agosto de 1578 se dieron vista los ejércitos enemigos, superior nuevamente en número el de los aliados al español en una proporción de casi cuatro a uno sumando infantería, caballería y piezas artilleras. El primer embate quedó en tablas, equiparando las bajas en ambos contendientes; pero el segundo propuesto por los españoles no llegó a producirse, abandonando el campo de batalla los aliados.

    A la par, en el sur de Flandes los españoles, valones y tudescos de los Tercios detuvieron al ejército francés que iba infiltrándose en Flandes.

    Como no podía vencer ni intrigar con éxito, Isabel I de Inglaterra envió dos altos representantes a parlamentar con el gobernador Juan de Austria. Pero la verdadera intención de la reina era la de asesinar a don Juan. Bernardino de Mendoza, embajador en Londres, remitió una carta ilustrada a don Juan informando de la maniobra criminal y advirtiendo del personaje que la ejecutaría, un asesino a sueldo apellidado Racleff que viajaba con los delegados y un amigo y su mujer e hijos para no despertar sospecha. Don Juan descubrió al asesino y frustró el plan eliminándolo de la nómina de los vivos.

Enfermo desde tiempo atrás, Juan de Austria falleció el 1 de octubre de 1578, no sin antes nombrar sustituto en el gobierno de Flandes a Alejandro Farnesio para evitar el inconveniente vacío de poder.

    El nuncio del papa en Flandes, Guido Bentivoglio, autor de la crónica Guerras de Flandes, resume en el siguiente texto la vida de don Juan de Austria: “Ilustró su nombre en la profesión militar con tres nobles empresas. En la primera enfrentó el atrevimiento morisco; en la segunda el orgullo mahometano; en la tercera el furor flamenco. En cada una con los sucesos sobrepujó con grandes ventajas la edad: porque venció a los moros apenas salido de la infancia; humilló a los trucos apenas entrado en la flor de la juventud, y reprimió a los belgas con tal maestría de guerra que un vejo y consumado capitán no la podría mostrar mayor”.

Artículos complementarios

    Duelo de estrategias en los ríos de Flandes

    Victorias en Groningen y Jemmingen

    Operaciones en Flandes el año 1572

    Campañas en los Países Bajos entre 1574 y 1576

    Los sitios de Amberes y Maastricht

   Los Tercios entre Flandes y París

    La Trinidad de Flandes

    El Camino español

    Juan de Austria

    Cartas a don Juan de Austria

    Batalla de Lepanto

    Alejandro Farnesio

    Bernardino de Mendoza

El valor heroico del capitán Félix Arenas

Félix Arenas Gaspar, capitán de Ingenieros. Cruz Laureada de San Fernando por el valor demostrado en la defensa de Tistutin y la retirada a Monte Arruit del 23 al 29 de julio de 1921. Campañas de Marruecos.

Al producirse el derrumbe de la Comandancia de Melilla el 23 de julio de 1921, el capitán Félix Arenas, presente en Melilla, junto al teniente coronel Luis Ugarte Sainz, jefe de Tropas y Fortificaciones, marchó en automóvil dirección a Dar Dríus. Al llegar a Batel encontraron un escuadrón del Regimiento de Cazadores de Caballería Alcántara n.º 10, que en vanguardia del precipitado repliegue informaba de la toma de la carretera a Dar Dríus por el enemigo. El teniente coronel Ugarte y el capitán Arenas cedieron su automóvil para incorporarlo a la columna de camiones con heridos que regresaba a Melilla; prosiguieron a caballo hacia la posición de Monte Arruit, lugar elegido para reunir a las diferentes unidades en retroceso desde Annual. Antes de llegar a Monte Arruit el capitán Arenas dejó su caballo a un sargento herido y a pie se dirigió a Tistutin. Se hizo cargo del mando de esta posición para organizando su defensa contra el sitio rifeño intentar el restablecimiento del enlace telegráfico con Monte Arruit.

    El capitán Félix Arenas y el capitán Jesús Aguirre Ortiz de Zárate, jefe de la 2.° Compañía de Ingenieros, dirigieron la noche del 25 al 26 varias salidas con el propósito de incendiar unos almiares de paja que servían de parapeto al enemigo. El capitán Aguirre formó una línea de tiradores para proteger al capitán Arenas, un cabo y el soldado Calixto Arroyo, que bajo el fuego enemigo cargaban los ocho bidones de petróleo con los que incendiaron los almiares. En esta operación el capitán Arenas sufrió una herida grave por quemadura.

    El viernes 29 de julio el general Felipe Navarro, segundo jefe de la Comandancia General de Melilla, ordenó la retirada de las tropas españolas a Monte Arruit. El capitán Arenas solicitó voluntariamente el mando de la retaguardia formada por una compañía mixta de Infantería e Ingenieros, de aproximadamente doscientos hombres; y a su lado permaneció el capitán Aguirre. Finalizada la evacuación del grueso de la columna en retirada, los capitanes Arenas y Aguirre procedieron a la contención del enemigo. Arenas dirigió con serenidad las operaciones de retirada a Monte Arruit, siempre en el puesto de mayor peligro, y con su esfuerzo logró que la columna se acogiera a los muros de la posición, sosteniendo una dura lucha contra un enemigo muy numeroso y dirigiendo un fuego metódico y disciplinado contra los rifeños, pese a las muchas bajas, por muerte o herida, y los que fueron hechos prisioneros al quedar rodeados en las inmediaciones de la posición defensiva, añadido a ello la deserción de los efectivos de la Policía indígena. Los capitanes Aguirre y Arenas se defendieron con fusiles a las puertas de Monte Arruit, hasta que al ser herido el alférez Juan Maroto, el capitán Aguirre lo trasladó a Monte Arruit sobre sus hombros.

    Quedaba el capitán Arenas, herido en una pierna, frenando a duras penas el avance enemigo. Ya en solitario, desaparecida la ayuda de la batería del capitán Blanco cuyos servidores, arrollando a su jefe, huyeron a refugiarse en la posición fortificada. Entonces acudió el capitán Arenas a defender los cañones a toda costa, mostrando tal valor que los rifeños detuvieron su arrollador paso unos momentos, admirados por el comportamiento heroico de ese oficial que sin municiones y aislado se mantuvo erguido y desafiante hasta que un disparo en la cabeza lo mató.

Capitán Félix Arenas en la posición de Monte Arruit. Cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau

Testigos de la heroicidad, el capitán Aguirre, el teniente José Gutiérrez Calderón y el alférez José Díaz Sanchís, y otros oficiales, demandaron en el acto al general Navarro la Cruz Laureada de San Fernando para el capitán Félix Arenas. Recompensa que obtuvo a título póstumo, con la distinción de figurar por siempre a la cabeza de los capitanes de Ingenieros en el Anuario Militar.

Monumento a Félix Arenas en el Parque de Ingenieros de Guadalajara

Imagen de ejercito.defensa.gob.es

Félix Arenas Gaspar nació en Puerto Rico el año 1891, hijo del capitán de Artillería Félix Arenas allí destinado. Poco después la familia regresó a España, en concreto a la guadalajareña localidad de Molina de Aragón, lugar originario de su familia.

    Ingresó en la Academia de Ingenieros de Guadalajara en 1906, alcanzando el empleo de teniente en 1911. Su primer destino fue el Regimiento de Pontoneros, aunque al tiempo era comisionado para el Servicio de Aerostación y Alumbrado de Campaña, donde permaneció hasta 1913. En ese año obtuvo el título de piloto de globos, pasando destinado a los Talleres del Material de Ingenieros de Guadalajara. En octubre de 1913 fue agregado a la compañía de Aerostación en Tetuán. De 1914 a 1917 estuvo como alumno en la Escuela Superior de Guerra, ascendido a capitán en 1915.

    En 1919, después de efectuar diversos vuelos en avión y aerostato, era destinado a la Comandancia de Ingenieros de Melilla, al mando de la 2ª Compañía de Zapadores. En noviembre de 1920 pasó a mandar la Compañía de Telégrafo de la Red Permanente de Melilla y su Comandancia.

    En 1928, con la presencia del rey Alfonso XIII y miembros de su Gobierno, se erigió un monumento al capitán Arenas en Molina de Aragón.

Artículos complementarios

    Melilla 1921

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Descubrimiento de la Alta California. Francisco de Ulloa

El Imperio en Norteamérica: La exploración de la Alta y Baja California

Francisco de Ulloa, del que se ignora su lugar de origen y la fecha de nacimiento, fue el primer europeo que exploró por completo el golfo de California en 1539 y el litoral de la Baja California.

    Acompañó a Hernán Cortés en el tercer viaje exploratorio del Mar del Sur, donde también figuraba Hernando de Grijalva, ocasión en que quiso establecerse una colonia en la bahía de La Paz (Baja California Sur), que denominaron bahía de la Santa Cruz. El cuidado del asentamiento recayó en Francisco de Ulloa, quien allí permaneció hasta que el virrey Antonio de Mendoza y Pacheco ordenó su abandono y el regreso de los colonos al puerto de Santiago de Buena Esperanza.

Hernán Cortés decidió enviar un cuarto viaje de exploración al mando de Francisco de Ulloa. Partió la expedición del puerto de Acapulco el 8 de julio de 1539 con las naos Santa Águeda, Trinidad y Santo Tomás, que fue abandonada a la altura de las islas Marías, en dirección a Culiacán.

    Llegaron los expedicionarios al golfo de California, llamado Mar Bermeja y también Mar de Cortés, visitando la abandonada población de la Santa Cruz, conocida actualmente como La Paz, en la Baja California Sur, previa la navegación al extremo norte del golfo el 28 de septiembre hasta la desembocadura del río Colorado, que bautizaron Ancón de San Andrés, levantando acta del acontecimiento. Después de haber desembarcado y tomado posesión de las tierras del extremo Norte del Mar Bermeja (golfo de California) —nombre que le dieron por la coloración rojiza de las aguas que se teñían con las aguas procedentes del río Colorado—, retornaron al poblado de la Santa Cruz; luego doblaron el cabo San Lucas, extremo meridional de la península californiana, entrando en el océano Pacífico para costear el litoral californiano hasta la isla de Cedros (Guamalguá), en la Baja California, siendo el primer europeo que en ella desembarcaba. Por la actual bahía Magdalena había pasado la expedición el día 5 de diciembre.

    Con fecha de 5 de abril de 1540 Ulloa remitió a Cortés desde la recién descubierta isla de Cedros una relación de la exploración en la nao Santa Águeda. En el buque Trinidad continuó Francisco de Ulloa la descubierta; pero nunca volvió a saberse de él ni de su tripulación.

Francisco de Ulloa

Imagen de timetoast.com

Con su navegación científica, Francisco de Ulloa determinó que la Baja California era una península y no una isla; estableciendo, además, que el golfo de California era el punto más austral de un estrecho que pudiera conectar el Mar del Sur, océano Pacífico, con el golfo de San Lorenzo. A partir de entonces comenzó la búsqueda del imaginado estrecho de Anián.

Investigaciones recientes tomando como referencia la declaración del piloto de la nao Trinidad, Pablo Salvador Hernández, que desembarcó en Acapulco después de varios meses de navegación, es probable que Francisco de Ulloa haya sido el descubridor de la Alta California.

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